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Spanking

El spanking no es políticamente correcto.

El spanking no es políticamente correcto. No, definitivamente el spanking no es políticamente correcto ¿y qué? Tal vez en lo así llamado “políticamente correcto” ha venido a recalar mucha bobaliconería y estamos ante uno de esos movimientos de péndulo que pasan de un extremo a otro.

Había una época en que en las películas de Hollywood las personas fumaban y bebían, las mujeres eran dóciles esposas o madres, los indios eran los malos y los negros solo ocupaban posiciones inferiores en la escala social. Los discursos en lengua española se pronunciaban en un masculíno mayestático que, supuestamente englobaba a todos los “géneros”, que por cierto solo eran telas por aquel entonces. No se oían frases como “los niños y las niñas, los economistos y las economistas, etc.” Se hacían chistes crueles sobre los “mariquitas”, “enanos”, “gordos”, “viejos” y, por supuesto, el lenguaje xenófobo formaba parte de la cotidianeidad.

Afortunadamente esa época ya ha quedado atrás y desde hace algunas décadas, el mayor respeto a la diversidad, la consideración hacia el “otro” siempre diferente y las luchas por los derechos de las personas oprimidas, discriminadas y ninguneadas han conquistado la palabra y han hecho de este lugar un mundo mejor, más respetuoso de los derechos humanos en todas sus dimensiones.

Este cambio, especialmente en el mundo anglosajón, se ha traducido en una espectacular modificación de la comunicación oral, escrita y gráfica. En su día, se llegó a la conclusión que el lenguaje no solamente era el espejo de un mundo lleno de prejuicios y discriminaciones, sino que era el vehículo que, precisamente, contribuía a perpetuarlas, ya sea mediante los medios de comunicación de masas o la enseñanza. Este descubrimiento llevó rápidamente al mundo anglosajón y detrás a todos, a denunciar, censurar, corregir, autocensurar todo vestigio de discriminación contenido en la expresión oral y escrita para crear un nuevo lenguaje y unas nuevas actitudes.

Ese lenguaje y conjunto de actitudes son las que hoy conocemos como lo “políticamente correcto”. Esto ha representado una auténtica revolución para el lenguaje del mundo desarrollado ya que es el fiel reflejo que muchas de las peores taras de la humanidad retroceden como la opresión del débil por parte del fuerte, la explotación, la discriminación del más desfavorecido o simplemente diferente, la desaparición del otro o ninguneo y otras tan aborrecibles como antiguas prácticas humanas.

Sin embargo como toda revolución o como todo movimiento pendular lo políticamente correcto no se ha visto liberado de incurrir en excesos. Muchos de estos excesos tienen que ver con la superficialidad, la confusión de la forma con el fondo y la imposición sectaria de la nueva verdad revelada. En muchos casos el resultado es un lenguaje ñoño, cursi, ridículo y forzado.Hemos de pensar que siempre existen mentecatos que siguen las modas de forma irreflexiva constituyéndose en su más compormetida avanzadilla. Este lenguaje y esta mentalidad en su versión exajerada produce directamente risa. En otros casos, esta forma de expresarse encubre la más clásica hipocresía muy útil para una coexistencia pacífica con el diferente pero sin mezclas ni convivencia real. Es otra forma de ignorar al diferente, por la vía de descafeinar el lenguaje de cargas afectivas aunque sean negativas.

La cosa es que el spanking es una práctica muy divertida si la pensamos a la luz de lo políticamente correcto. El spanking dibuja un mundo imaginario en donde las “niñas” y “niños” rebeldes reciben castigos físicos por faltas mínimas, en donde novias, esposas o secretarias que no actúan como “es debido” pueden verse expuestas a unos castigos humillantes como adultas que consisten en tenderlas sobre las rodillas del novio, marido o jefe y una vez convenientemente desnudadas sus posaderas ser nalgueadas sin contemplaciones, en algunos casos con posterior estancia en un rincón cara a la pared con su culito rojo. Ese es un mundo imposible para lo políticamente correcto.

Los relatos, los dibujos, las fotografías, videos y básicamente las fantasías de los spankos describen un mundo que solo puede escandalizar a aquellos seguidores enceguecidos por todo lo políticamente correcto. Terribles instituciones educativas en donde las internas son castigadas severamente por cometer faltas nimias, tíos severos y abusones, médicos autoritarios capaces de no solo nalguear a su joven paciente sino también aplicarles un enemita, agentes de tráfico prestos a sancionar físicamente con entusiasmo cualquier pequeña infracción contra el Código de Circulación, jefes alejados de las modernas teorías de gestión de Recursos Humanos que ante un pequeño error como el borrado de un archivo proceden a nalguear a la empleada que ha cometido el fallo, maridos que no toleran un pequeño fallo de sus mujeres en las tareas domésticas y un largo etc. Un mundo retrógrado, un orden social opresivo, unas relaciones machistas y autoritarias capaces de lograr la repulsa de los bienpensantes.

Todo lo anterior por no hablar del espinoso tema de la fascinación por la infancia y la adolescencia que, por tendencia natural, experimenta el spanko. Una mujer de más de treinta años vestida de colegiala es un espectáculo muy poco edificante. Un spanker como yo, más de una vez, al pasar por delante de un centro de bachillerato viendo a las jovencitas fumar y mostrar su tanguita ha pensado que debería ser designado Jefe de Estudios para, con métodos tradicionales, reestablecer el orden y la decencia en ese centro eductativo.

Paradójicamente la mayoría de spankees que conozco son mujeres plenamente contemporáneas, independientes, autosuficientes, rebeldes, inconformistas, llenas de iniciativas, brillantes en su actividad profesional y antes muertas que dejar que un hombre, sea padre, amante, jefe, amigo, hermano, novio o marido, decida cosas importantes con relación a su vida. Y para muchas es muy extraño el contraste entre sus ideas y realidades con el mundo jerarquizado y tradicional al que nos lleva la ensoñación spankera.

Yo mismo soy un hombre que creo en la diferencia de sexos (Vive la diference! Que dicen los franceses...) pero en la igualdad absoluta de derechos, de oportunidades, de poder y de jerarquía entre hombres y mujeres. Nací en una familia en donde mi madre trabajaba fuera de casa a la par de mi padre, he sido educado en el respeto y consideración hacia el papel de la mujer como persona en el mundo y en mi práctica profesional siempre he trabajado con mujeres y hombres tomando en cuenta su valía sólo basándome en parámetros de tipo profesional. En mi fuero interno muchas veces me he cuestionado ¿qué hace un chico como tú azotando a esta señorita por unas faltas mínimas que ha cometido? ¿Seré un machista, reaccionario y retrógrado dinosaurio autoritario? ¿Encierro un monstruo en mi interior?

Sin embargo, con mis amigas spankees hemos jugado a unos mundos de “papis” y “nenas”, “profesores” y “alumnas” o “jefes” y “subordinadas” en donde las palabras y los hechos harían rasgarse las vestiduras a los más avanzados acólitos de lo políticamente correcto.

Muchos spankers hombres y mujeres que conozco son los seres más tiernos, mejores personas y más dulces. Claro que cuando están metidos en rol te pueden dejar el culete muy rojo...

He comparado las contradicciones del spanking con las fantasías de sexo forzado que muchas mujeres me han contado o han relatado en chats y tablones. Esas mismas mujeres que repudian decididamente el horrible delito de violación, sin embargo son capaces de disfrutar y excitarse con fantasías y juegos de sexo forzado.

El spanking tiene un lenguaje, una estética y una iconografía que no encajan ni encajarán jamás en las vías estrechas de lo políticamente correcto. El spanking es para mentes abiertas, capaces de albergar en su interior dimensiones contradictorias en donde no se confunde el tocino con la velocidad.

Sin embargo ¿es el spanking una práctica retrógrada? Yo creo que no lo es sino todo lo contrario, es la liberación de unas fantasías comprimidas en nuestra mente, muchas veces empujadas al desván de nuestros cerebros por el temor a expresarlas como algo, justamente, poco correcto por infantil, retrógrado y hasta con una apariencia brutal.

Es fácil desmontar mis argumentos anteriores sobre el spanking entre spankers hombres y spankees mujeres ya que existen al menos tres variedades más que son spanking mujer-hombre, mujer-mujer y hombre-hombre ¿qué pasa con esas prácticas? Bueno, los spankees hombres han confesado en los tablones muchas veces que en su caso se produce una doble discriminación, por spankos y por la posibilidad que muchos piensen que su papel pasivo como receptor del castigo no es lo suficientemente viril. Es algo lamentable que incluso en el mundo spanko, por ideas machistas, estos refinados varones reciban la sombra de duda sobre su orientación sexual como objeto arrojadizo.

Las demás variantes en los participantes y su papel en el acto del azote contienen muchas enseñanzas. El spanking entre mujeres muchas veces implica un rol de poder y otro de sumisión a ese poder y no digamos el spanking entre hombres que, las más de las veces, está encerrado en guetos gay. Sin embargo la fantasía de recibir azotes eróticos por parte de otra mujer, o azotar a otra mujer está presente en muchas chicas spankees de perfil y conducta cien por cien heterosexual y el fantasearlo o llegar a realizarlo también es una liberación. Quizás para los hombres la frontera entre heterosexualidad y homosexualidad es más nítida e infranqueable que para las mujeres, pero igualmente se aplica lo anterior.

Con todos los argumentos que he dado no quiero, en modo alguno, negar los esperanzadores cambios que se han producido en los últimos cuarenta o cincuenta años en materia de aceptación de comportamientos sexuales antes considerados inconvenientes. Es un hecho que en los últimos años nuestra sociedad ha comenzado a admitir, poco a poco, comportamientos sexuales que salen de lo hasta ahora socialmente aceptado. Tal es el caso de la homosexualidad, especialmente el de aquellos homosexuales muy integrados, con medios económicos, que quieren casarse y llevar una vida vainilla de color rosa.

No obstante, dudo mucho que los millones de adeptos al spanking podamos llegar muy pronto a poder hablar sobre nuestro estilo de vida con la misma libertad e impudicia con que un joven matrimonio convencional explica sus proyectos reproductivos.

Sr. Diez

Pd. La ilustración me la proporcionó la niña Quince y corresponde, por casualidad, al mes y año de mi nacimiento.

9 comentarios

10 -

Me encantan estos comentarios que demuestran que el spanking es una opción de libertad y de placer, capaz de contradecir a los mentecatos que siendo los racistas y machistas de ayer son los que hoy han abrazado lo políticamente correcto con la fé del converso.

Ocho -

No hay mucho que añadir. Coincido plenamente con lo opinado por las niñas Tane, 2 y 15. Me gusta sentirme dividida. Me gusta saber que hay dos mujeres en mí, la autosuficiente, independiente y contemporánea, y la sumisita malcriada y desobediente. La dualidad hace la vida interesante. Lo políticamente correcto lo dejo para la vida real, en la que yo tomo todas las decisiones (o lo intento). En "la otra vida" no quiero tomar ninguna, quiero ser una desvalida fémina de otra época a la que haya que ayudar, cuidar, mimar y... por supuesto y por encima de todo, educar y disciplinar!

10 -

Bueno, agradezco los comentarios. Sé que este artículo es largo y denso. Estoy trabajando sobre una versión más resumida que colgaré en breve.
Desde luego el sabor de lo prohibido que recae sobre nuestros refinados y delicados gustos es un condimento extra. No hay como tener en contra a los pacatos.

Tane -

Suscribo lo dicho por Mrs Dos, encuentro mucho más morboso que ésta sea una práctica privada, no me veo en la necesidad de contarle a nadie mis gustos y disgustos sexuales. Me gusta mirar a mi spanker y verle tan normalito y formalito, nadie sabe como yo lo que va a hacer dentro de un ratillo. Tan politicamente correcto publicamente, tan progresisto y me va a poner sobre sus rodillas para calentarme el culo igualito que en épocas más retrógradas.
Noronorornornoro, me gusta mantenerlo en la intimidad, mucho más disfrutable por lo clandestino. Saludos

niña dos -

Pues quince... vuelvo a leerte con harto gusto porque coincido muuuucho contigo... y después con Mister Diez y diría un poco más.
Cuando se habla con un poco de añoranza sobre que los spankos podamos salir a la sociedad exhibiendo nuestros gustos sin ningún reparo... lo mismo que lo hacen por ejemplo los gays hoy día... a mí la mera verdad no me llena de alegría la idea.
Qué pasaría entonces con:
el plus?
la pimienta y el morbo?
saltarse tabúes?
el morbo y el encanto de la transgresión?
la complicidad de las miradas?
Qué pasaría si todo el mundo entendiera cabalmente la siguiente frase y le importara un rábano: "Espera a que lleguemos a casa"
Sabría igual un nalgada recibida o dada en público y que escandaliza... a una ídem que nadie voltee a ver?
Los gays pueden ser gays en público porque sólo muestran lo que muestra cualquier pareja hétero... amor... deseo... cariño... en fin... y nosotros... tenemos que salir a la calle diciendo: miren... esto me excita?.... cómo pa'qué?... es como si un vainilla sintiera que debe colgarse un letrero que diga... me gusta el sexo anal... Si ni siquiera lo hacemos con nuestros gustos vainillas... a qué sacar a relucir nuestros gustos minoritarios?
Bue... no me enrollo más o me meteré en camisa de once varas! ja.
Les dejo un beso grande

10 -

Este artículo, Quince,ha sido inspirado en ese mundo complejo y contradictorio de los spankos y una clave muy importante para decidirme a escribirlo fue el comentario de tu artículo sobre "tener a todas las feministas del mundo en contra" o algo así. También la trasgresión social tiene su morbo y su encanto.

15 -

¿Sabes? Por raro que suene, eso de que el spanking es políticamente incorrecto...pues me gusta!!!, es un plus, un poco de pimienta extra cuando de morbo se trata.
Jugar levemente con los límites sociales, saltarse los tabúes culturales, viviendo una sexualidad distinta, pues es...ummm!!!
Creo que si el spanking fuera políticamente correcto perdería un poquito de sabor. No todo, estoy segura que aun así me gustaría ;), pero no puedo negar, que el hecho de no ser comunmente aceptado, nutre mi fantasía, más menos en la misma proporción en la que antes me aproblemaba y me hacia sentir "extaña". Paradójico ¿no?

Old Boy Ten -

Gracias por tus comentarios... mira, jamas he encontrado una spankee en Barcelna, ni con articulos ni saliendo con la fusta a la calle...

Mr. Seven -

¡Esplendido! como todos los articulos que pones. Claro así luego te llevas de calle a todas las spankys grrr jajajaa.

Osea que la ilustración data de la época de las de Altamira? je je

Abrazo