Entradita en carnes
Autor: Señor Diez dedicado a las chicas de La Lista de Fer y a Granuja
Todos los lunes millones de mujeres en el mundo se enfrentan a comenzar una nueva dieta. Es probable que esta dieta no funcione, incluso si es la dieta de moda o se la ha proporcionado su mejor amiga. La dura lucha contra un peso y un volumen corporal considerado excesivo es una pelea encarnizada sin treguas, se podría definir como una guerra sin cuartel.
Muchas veces lo que estas mujeres desconocen es contra la naturaleza y poderío del enemigo contra el cual combaten que puede tener aliados implacables como el biotipo (forma estructural del cuerpo), los genes (hay que mirar a la mamá y a la abuela) o simplemente los equilibrios hormonales.
Todo vale en esta lucha desigual, millones de euros gastados en cremas supuestamente reductoras cuyo efecto es nulo, hierbas milagrosas, fármacos implacables con la voracidad y una floreciente industria de gimnasios, bodypumps y pilates. Pero los resultados son pobres y la balanza es tozuda.
He visto casos en que esta guerra ha llevado a la mujer hasta el quirófano para practicarse una liposucción o lipoescultura, procedimientos caros y no exentos de riesgos, que al cabo de algunos meses o un par de años han perdido toda su vigencia.
Una de estas noches de verano alquilé un deuvedé con el sugerente título de Spanglish, la película resultó un pastel, pero actuaba Paz Vega (actriz de Lucía y el sexo) en el papel de una inmigrante mexicana en EEUU. Pese a que la película es el clásico y previsible producto hollywoodense, en un determinado momento el personaje de Paz Vega se entrega a un pequeño monólogo reflexivo sobre los supuestos kilos de más, las curvas y la negación de todo ello que llega hasta la negación de la sexualidad.
El hecho muy conocido y debatido es que la gordura o la delgadez se basan en unos modelos sociales de tipo estético muy cambiantes. Tan cambiantes que Marilyn Monroe hoy estaría desempleada, al menos en la industria cinematográfica. Con esto no quiero negar el problema patológico de la obesidad mórbida, la obesidad o el sobrepeso que se abate como una plaga sobre las personas más pobres del mundo desarrollado. El IMC (Índice de Masa Corporal) sigue siendo la mejor medida para valorar el peso, incluso hay calculadoras en Internet para detectar cual es nuestro IMC.
Evidentemente una dieta sana de tipo Mediterráneo, con frutas, verduras, hortalizas, legumbres, pescado y lácteos descremados; exclusión del exceso de grasas, alcohol, azúcares, fritos y pan; ejercicio moderado, agua abundante y un buen horario de comidas ayudan no solo a tener una figura más estilizada sino una mejor salud. Pero la obsesión con la delgadez puede llevar a que sea peor el remedio que la enfermedad.
De todas formas, un ligero sobrepeso o un sobrepeso de cierta entidad acarrean, por regla general, para la mujer que lo padece un auténtico drama personal. En nuestra sociedad el sobrepeso, incluso en su versión moderada, puede atacar la autoestima de la persona que lo padezca, dificultarle el acceso al empleo, a la vida social e incluso a la vida de relación amorosa. Una mujer entradita en carnes o si usamos la palabra prohibida en diminutivo, para quitar hierro, gordita, es una mujer estigmatizada en nuestra sociedad.
En los últimos años se viene relacionando la epidemia de anorexia que padecen los países desarrollados con la presión social que ejerce el modelo social de estética de la delgadez. Este modelo se multiplica a través de los medios de comunicación de masas y de los líderes de opinión. Ya lo decía la Baronesa de Roschild nunca se es lo suficientemente rico ni lo suficientemente delgado.
Sin embargo hay un submundo, una cultura, un planeta que es el mundo de los spankos en donde las curvas, las redondeles, especialmente posteriores, no están desprestigiadas sino, en muchos casos, valoradas en todo su peso las redondeces más incitantes. En el spanking un buen par de nalgas, aunque superen el tamaño valorado por los modistos de París y Milán, siempre son bienvenidos y se reconoce la belleza de un cuerpo de mujer con curvas.
Lamentablemente la cultura spanko solo es, por el momento, un reducto marginal y subterráneo que se mueve por los resquicios de Internet, en pequeñas reuniones, en fiestas privadas, en la intimidad de algunas parejas y en moteles de carretera.
Algunos spankers tienen una marcada y confesa preferencia por un par de nalgas grandes, fuertes y azotables sin miedo. Cuestiones como el dolor, que suele ser menor cuanto mayor es la diana, o la puntería mejoran en el caso de unas posaderas importantes.
No quiere decir que los spankers rechacemos el culito pequeño, respingón y casi aniñado de algunas spankees. Simplemente que nuestro criterio es mucho más amplio, nunca mejor dicho, que el del conjunto de la población actual de los países desarrollados.
Es muy difícil que de momento retroceda, el modelo estético femenino de cuerpo andrógino, musculado, y exento de grasa subcutánea, sin embargo los genes, las hormonas y un abanico de sensualidades más amplios pueden lograr que el péndulo alguna vez vuelva a incorporar más tejido adiposo al canon de belleza. Mientras tanto invitamos a todas las chicas entraditas en carnes a pasarse por nuestras rodillas, aquí son bienvenidas.
Todos los lunes millones de mujeres en el mundo se enfrentan a comenzar una nueva dieta. Es probable que esta dieta no funcione, incluso si es la dieta de moda o se la ha proporcionado su mejor amiga. La dura lucha contra un peso y un volumen corporal considerado excesivo es una pelea encarnizada sin treguas, se podría definir como una guerra sin cuartel.
Muchas veces lo que estas mujeres desconocen es contra la naturaleza y poderío del enemigo contra el cual combaten que puede tener aliados implacables como el biotipo (forma estructural del cuerpo), los genes (hay que mirar a la mamá y a la abuela) o simplemente los equilibrios hormonales.
Todo vale en esta lucha desigual, millones de euros gastados en cremas supuestamente reductoras cuyo efecto es nulo, hierbas milagrosas, fármacos implacables con la voracidad y una floreciente industria de gimnasios, bodypumps y pilates. Pero los resultados son pobres y la balanza es tozuda.
He visto casos en que esta guerra ha llevado a la mujer hasta el quirófano para practicarse una liposucción o lipoescultura, procedimientos caros y no exentos de riesgos, que al cabo de algunos meses o un par de años han perdido toda su vigencia.
Una de estas noches de verano alquilé un deuvedé con el sugerente título de Spanglish, la película resultó un pastel, pero actuaba Paz Vega (actriz de Lucía y el sexo) en el papel de una inmigrante mexicana en EEUU. Pese a que la película es el clásico y previsible producto hollywoodense, en un determinado momento el personaje de Paz Vega se entrega a un pequeño monólogo reflexivo sobre los supuestos kilos de más, las curvas y la negación de todo ello que llega hasta la negación de la sexualidad.
El hecho muy conocido y debatido es que la gordura o la delgadez se basan en unos modelos sociales de tipo estético muy cambiantes. Tan cambiantes que Marilyn Monroe hoy estaría desempleada, al menos en la industria cinematográfica. Con esto no quiero negar el problema patológico de la obesidad mórbida, la obesidad o el sobrepeso que se abate como una plaga sobre las personas más pobres del mundo desarrollado. El IMC (Índice de Masa Corporal) sigue siendo la mejor medida para valorar el peso, incluso hay calculadoras en Internet para detectar cual es nuestro IMC.
Evidentemente una dieta sana de tipo Mediterráneo, con frutas, verduras, hortalizas, legumbres, pescado y lácteos descremados; exclusión del exceso de grasas, alcohol, azúcares, fritos y pan; ejercicio moderado, agua abundante y un buen horario de comidas ayudan no solo a tener una figura más estilizada sino una mejor salud. Pero la obsesión con la delgadez puede llevar a que sea peor el remedio que la enfermedad.
De todas formas, un ligero sobrepeso o un sobrepeso de cierta entidad acarrean, por regla general, para la mujer que lo padece un auténtico drama personal. En nuestra sociedad el sobrepeso, incluso en su versión moderada, puede atacar la autoestima de la persona que lo padezca, dificultarle el acceso al empleo, a la vida social e incluso a la vida de relación amorosa. Una mujer entradita en carnes o si usamos la palabra prohibida en diminutivo, para quitar hierro, gordita, es una mujer estigmatizada en nuestra sociedad.
En los últimos años se viene relacionando la epidemia de anorexia que padecen los países desarrollados con la presión social que ejerce el modelo social de estética de la delgadez. Este modelo se multiplica a través de los medios de comunicación de masas y de los líderes de opinión. Ya lo decía la Baronesa de Roschild nunca se es lo suficientemente rico ni lo suficientemente delgado.
Sin embargo hay un submundo, una cultura, un planeta que es el mundo de los spankos en donde las curvas, las redondeles, especialmente posteriores, no están desprestigiadas sino, en muchos casos, valoradas en todo su peso las redondeces más incitantes. En el spanking un buen par de nalgas, aunque superen el tamaño valorado por los modistos de París y Milán, siempre son bienvenidos y se reconoce la belleza de un cuerpo de mujer con curvas.
Lamentablemente la cultura spanko solo es, por el momento, un reducto marginal y subterráneo que se mueve por los resquicios de Internet, en pequeñas reuniones, en fiestas privadas, en la intimidad de algunas parejas y en moteles de carretera.
Algunos spankers tienen una marcada y confesa preferencia por un par de nalgas grandes, fuertes y azotables sin miedo. Cuestiones como el dolor, que suele ser menor cuanto mayor es la diana, o la puntería mejoran en el caso de unas posaderas importantes.
No quiere decir que los spankers rechacemos el culito pequeño, respingón y casi aniñado de algunas spankees. Simplemente que nuestro criterio es mucho más amplio, nunca mejor dicho, que el del conjunto de la población actual de los países desarrollados.
Es muy difícil que de momento retroceda, el modelo estético femenino de cuerpo andrógino, musculado, y exento de grasa subcutánea, sin embargo los genes, las hormonas y un abanico de sensualidades más amplios pueden lograr que el péndulo alguna vez vuelva a incorporar más tejido adiposo al canon de belleza. Mientras tanto invitamos a todas las chicas entraditas en carnes a pasarse por nuestras rodillas, aquí son bienvenidas.
2 comentarios
10 -
Tane -
besos a todos, entraditos y no entraditos