La flagelación
La flagelación es tratada ya en textos tan antiguos e ilustres como el Kamasutra. No me refiero a su empleo como castigo (aun esta vigente en ciertos códigos) ni a supuestas aplicaciones terapéuticas, para hacer fértiles a mujeres estériles o, como aun se recomendaba en el siglo XVI, para tratar a los locos. Pero sí se acerca a mi tema el frecuente uso ritual de la flagelación porque lo religioso y lo erótico son dos ámbitos mas afines de lo que parece. Los oficiantes de cultos chamánicos, por ejemplo, se hacen fustigar para estar en trance, salir de si mismos y entrar en comunión con los dioses. Y el uso piadoso ha sido frecuentísimo y sigue dándose en la Iglesia cristiana, tras unos precedentes mistericos cuyas huellas pueden verse todavía en los frescos de Pompeya.
El Occidente medieval, sobre todo, vio surgir numerosas sectas de flagelantes voluntarios. En los conventos eran azotados frailes y monjas como corrección o penitencia, mencionándose cierta "disciplina corneliana", como receta especial del padre Cornelius Adriaensens, que requería desnudar a la victima, hombre o mujer. Ahora bien, pese a la intención piadosa con el flagelante ofrecía su padecer a Dios, hay noticias de casos en que en esa práctica se lograba cierta excitación sexual. Vemos documentado el caso de Maria Magdalena de Pazzi, monja carmelita en Florencia hacia 1580, muy celebrada por haberse dedicado toda su vida a tales penitencias. Habitualmente suplicaba a su superiora que le atara las manos a la espalda y la fustigara delante de las demás hermanas. Durante los azotes experimentaba alucinaciones y expresaba sentimientos eróticos con clamores como "¡Basta, basta; no aticéis mas la llama que me consume! ¡Ya recibo demasiado placer y deleite!". La monja acabo concibiendo "las mas sensuales y lascivas fantasías y hubo ocasiones en que estuvo a punto de perder su castidad". Sobran las evidencias de que, en general, lo místico y lo erótico son cumbres afines de lo humano, según comentare mas adelante, aunque la Iglesia cristiana enjuicie la cuestión con dos medidas contrarias: si las disciplinas hieren las espaldas de una monja que se deleita ofreciéndolas a su Señor se trata de un acto piadoso y un admirable ejemplo, pero si los azotes los recibe un amante que goza con ellos por amor a su pareja, entonces es un acto sexual y por tanto, nefando y abominable. Sutilezas de esa rama de la ciencia ficción que es la Teología.
Por supuesto que en el mundo laico la flagelación como placer -por chocante que eso suene a quienes solo han aprendido la única receta oficial para el amor- tuvo y tiene numerosos adeptos. Reduciéndome a los mundos y tiempos mas próximos podría extenderme sobre los llamados "clubs pornológicos" ingleses del siglo XVIII (como el llamado La Alegre Orden de Santa Briget, de cuyas sesiones se conserva documentación) o los análogos de Francia. Desde entonces se alude a esa practica como "el vicio ingles", pues fueron numerosos los periódicos y libros publicados entonces sobre la materia, destacando una novela en varios tomos lanzada en 1872 con el inocente titulo de Biblioteca Explicativa del Progreso Social, bajo el cual aparecían textos sobre el uso del látigo en el amor y cuestiones análogas. La mas famosa novela de la época, todavía leída hoy (Fanny Hill, de John Cleland, 1750) incluye desde luego escenas de flagelación, en cierto caso para estimular la impotencia de un viejo, como ya se hacia en Roma según atestigua el Satiricón de Petronio. La fe en ese tratamiento se apoyaba en autoridades médicas como el famoso doctor holandés Meibomius, con su libro Utilidad de la flagelación, ampliamente traducido.
La persistencia de esas creencias permite pensar que, contra la condenación oficial, es posible el placer de algunos en esa práctica y no solo por la satisfacción de ofrendarla al amado (Dios o la pareja) sino por motivos más tangibles y experimentales. Hoy se sabe que la impresión dolorosa recibida externamente en las terminales nerviosas puede tener distintas interpretaciones por el cerebro receptor. El estimulo puede además excitar la sensibilidad de un cuerpo abotagado y, según los casos, provocar la secreción de endorfinas y otras substancias anestestésicas o placenteras, que no tendré la pretensión de detallar. En todo caso, resulta innegable la importancia y difusión de la flagelación entre los aspectos eróticos del comportamiento humano.
Autor(a) desconocido(a)
El Occidente medieval, sobre todo, vio surgir numerosas sectas de flagelantes voluntarios. En los conventos eran azotados frailes y monjas como corrección o penitencia, mencionándose cierta "disciplina corneliana", como receta especial del padre Cornelius Adriaensens, que requería desnudar a la victima, hombre o mujer. Ahora bien, pese a la intención piadosa con el flagelante ofrecía su padecer a Dios, hay noticias de casos en que en esa práctica se lograba cierta excitación sexual. Vemos documentado el caso de Maria Magdalena de Pazzi, monja carmelita en Florencia hacia 1580, muy celebrada por haberse dedicado toda su vida a tales penitencias. Habitualmente suplicaba a su superiora que le atara las manos a la espalda y la fustigara delante de las demás hermanas. Durante los azotes experimentaba alucinaciones y expresaba sentimientos eróticos con clamores como "¡Basta, basta; no aticéis mas la llama que me consume! ¡Ya recibo demasiado placer y deleite!". La monja acabo concibiendo "las mas sensuales y lascivas fantasías y hubo ocasiones en que estuvo a punto de perder su castidad". Sobran las evidencias de que, en general, lo místico y lo erótico son cumbres afines de lo humano, según comentare mas adelante, aunque la Iglesia cristiana enjuicie la cuestión con dos medidas contrarias: si las disciplinas hieren las espaldas de una monja que se deleita ofreciéndolas a su Señor se trata de un acto piadoso y un admirable ejemplo, pero si los azotes los recibe un amante que goza con ellos por amor a su pareja, entonces es un acto sexual y por tanto, nefando y abominable. Sutilezas de esa rama de la ciencia ficción que es la Teología.
Por supuesto que en el mundo laico la flagelación como placer -por chocante que eso suene a quienes solo han aprendido la única receta oficial para el amor- tuvo y tiene numerosos adeptos. Reduciéndome a los mundos y tiempos mas próximos podría extenderme sobre los llamados "clubs pornológicos" ingleses del siglo XVIII (como el llamado La Alegre Orden de Santa Briget, de cuyas sesiones se conserva documentación) o los análogos de Francia. Desde entonces se alude a esa practica como "el vicio ingles", pues fueron numerosos los periódicos y libros publicados entonces sobre la materia, destacando una novela en varios tomos lanzada en 1872 con el inocente titulo de Biblioteca Explicativa del Progreso Social, bajo el cual aparecían textos sobre el uso del látigo en el amor y cuestiones análogas. La mas famosa novela de la época, todavía leída hoy (Fanny Hill, de John Cleland, 1750) incluye desde luego escenas de flagelación, en cierto caso para estimular la impotencia de un viejo, como ya se hacia en Roma según atestigua el Satiricón de Petronio. La fe en ese tratamiento se apoyaba en autoridades médicas como el famoso doctor holandés Meibomius, con su libro Utilidad de la flagelación, ampliamente traducido.
La persistencia de esas creencias permite pensar que, contra la condenación oficial, es posible el placer de algunos en esa práctica y no solo por la satisfacción de ofrendarla al amado (Dios o la pareja) sino por motivos más tangibles y experimentales. Hoy se sabe que la impresión dolorosa recibida externamente en las terminales nerviosas puede tener distintas interpretaciones por el cerebro receptor. El estimulo puede además excitar la sensibilidad de un cuerpo abotagado y, según los casos, provocar la secreción de endorfinas y otras substancias anestestésicas o placenteras, que no tendré la pretensión de detallar. En todo caso, resulta innegable la importancia y difusión de la flagelación entre los aspectos eróticos del comportamiento humano.
Autor(a) desconocido(a)
5 comentarios
flagelante2005 -
La Uno -
Jano -
El o la autora anónima del escrito me ha abierto los ojos a cosas que, aunque en general sabía, en lo particular y puntual no.
Gracias de nuevo por lo bien documentado del artúculo.
Jano.
Jano -
Hace unos días que he escrito un relatito ambientado en un convento de monjas carmelitas. La lectura de éste artículo ha venido a corroborar lo que ya sabía sobre las flagelaciones místicas y que da juego para mucho. Excitantes.
Aprovecho para opinar que éste blog es excelente, que todos los artículos y comentarios son de una alta calidad.
El señor 10, como siempre, acertado en sus comentarios.
Gracias a todos.
Mi relato "La Abadesa", será publicado en el momento oportuno en los distintos grupos en que estoy inscrito.
Un saludo a todos y que el blog tenga un camino largo y fructífero.
JANO.
10 -
Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero"