Érase una vez una niña que soñaba ser azotada
Emprendo mi primer texto para este blog, corriendo del riesgo de sonar autoreferente, hoy les voy a hablar de mí.
La verdad, ni si quiera recuerdo la primera vez que se me paso por la mente una escena de nalgadas, es que era tan pequeña que no le di importancia, no veía nada malo en ello y, seguramente por la edad, tampoco veía nada sexual. Así que pasaba horas ensoñando y armando complicadas tramas imaginarias que me hicieran merecedora de una azotaina. Entonces aprecia aquel hombre grande y fuerte, que cansado de mis caprichos, me ponía sobre sus rodillas y me nalgueaba hasta el cansancio.
Al correr del tiempo, me fui dando cuenta que estas imágenes en mi cabeza no eran comunes (menos aun aceptadas) y me fui cerrando como una ostra. Bloqueando cada idea relativa al tema. Solo la adolescencia con su explosión hormonal fue capaz de devolverme estas imágenes, pero esta vez, cada vez que aparecían, un calor interno me recorría entera, exacerbando deseos y obligándome a aceptar que esto era algo 100% sexual. Ahí nacieron los conflictos internos, me sentía traicionando por entero al movimiento feminista, pensaba que no era normal y que algo andaba mal conmigo. Pasó a ser mi lado oscuro, oculto, algo de que avergonzarse, incontable e irrealizable, algo que tenia que olvidar y superar.
A los 18, en manos de un novio de 30, estos deseos se hicieron agobiantes y ya que él en más de una ocasión me había dado algunas (y a veces mucho más que algunas) palmaditas, apelando a la diferencia de edad y diciendo que a mi me faltaba ser domada y que él se haría cargo de eso, decidí contarle mis gustos, asumiendo que él sentiría de forma similar. Mala decisión, los vainillas lo toman mucho mejor de lo que uno espera, pero un spanker trancado y reprimido (al menos así lo veo ahora), no es el mejor confesor, si no es capaz de manejar el hecho de que a él le agrada castigar, mucho menos fue capaz de manejar el hecho de que a mi me gusta ser castigada. Ahí terminaron las palmaditas y cualquier otro tipo de juego similar. Me sentí como una pervertida, y él fomentó mucho esa sensación de que algo no estaba bien conmigo.
Con 9 años de distancia, miro hacia atrás y me doy cuenta de que algo no andaba bien CON ÉL. Pero en ese minuto me sentía morir, fue tan lapidaria su reacción que me propuse jamás volver a hablarlo con nadie. Y eso hice, incluso después de terminar la relación.
Pero vamos, tengo sangre caliente en las venas y el reprimir los deseos no hace más que acrecentarlos. Poco a poco empecé a conciliarme con mi lado oscuro, empecé a perdonarme estos extraños deseos, y aunque no tenia ni la más mínima intención realizarlos, ya no les temía, me agradaban, los usaba a modo de afrodisíaco y los dejaba pastar en mi mente.
Ahí aprecio Internet en mi vida, BENDITA INTERNET!!!!!!!, había todo un mundo de gente como yo, comunidades, páginas, grupos. El único problema era el TERROR que me daba incorporarme a ellos. Paranoica de que nadie pudiera identificarme, me demoré un mes en atreverme a inscribir en grupo. Obviamente, una vez inscrita me mantuve oculta, cual voyeur seguía paso a paso todo lo que se hablaba, atenta de no perderme ni una coma, pero siempre oculta entre el gran número de personas. Ni si quiera a esta gente, esta gente que compartía mis gustos, esta gente que vibraba con lo mismo que yo, ni a ellos era capaz de confesarles mis deseos. Pensar en sacar la voz, me hacia descubrir una timidez que no creí que fuera posible superar. Lo primero que me relajó, fue el ver que había gente de mi país posteando en el grupo, yo, había dejado de sentirme sola en el mundo, pero me seguía sintiendo sola en mi patria ¿acá? IMPOSIBLE, acá nadie está esto
Me encontré con gente maravillosa y, eso de estar oculta, empezó a ser un gran problema que ponía una barrera entre ellos y yo. Admiraba a los valientes que sacaban la voz por todos los que no lo hacíamos. Supuso un gran esfuerzo de mi parte dejar caer la muralla que había construido, poco a poco lo hice. Hasta hoy, y creo que por siempre, agradezco a quienes me ayudaron a dar la cara. No hay nada más liberador que darse permiso para sentir, soñar y vivir tus fantasías, nada más consolador que descubrir que no estás sola. Y nada más gratificante que disfrutar de tu sexualidad sin cuestionamientos, sin miedos ni vergüenzas.
Aceptarse a uno mismo, a veces cuesta tanto, que no nos damos cuenta de que el resto siempre lo ha hecho.
La primera vez que accedí a la invitación de alguien a jugar, el deseo y el miedo eran tan grandes, que no podía pensar en nada más. No sabía como me había dejado convencer. Luego de un par (bueno, bueno, mas de un par) de copas de vino, pensé que me iba a calmar un poco, pero ni el mareo del alcohol me alejaba de esa mezcla extraña de excitación, miedo, vergüenza y expectación. Cuando el primer golpe cayo sobre mi, lo único que pensé fue en que me metí, esto solo duele. Pero a ese le siguieron muchos y, cada uno de ellos, fue despertando partes de mí, despertando mi piel, despertando mi alma. El dolor se transformó en deseos, el calor en excitación, una excitación distinta, que hacia vibrar cada fibra de mi ser. Descubrí en un segundo el significado de la palabra entrega, de la palabra abandono. Y eso hice, me entregué, me abandoné por entero, dejé fluir libres mis fantasías y deseos tanto tiempo reprimidos. Y sentí, sentí de verdad, por primera vez en la vida.
Quince
La verdad, ni si quiera recuerdo la primera vez que se me paso por la mente una escena de nalgadas, es que era tan pequeña que no le di importancia, no veía nada malo en ello y, seguramente por la edad, tampoco veía nada sexual. Así que pasaba horas ensoñando y armando complicadas tramas imaginarias que me hicieran merecedora de una azotaina. Entonces aprecia aquel hombre grande y fuerte, que cansado de mis caprichos, me ponía sobre sus rodillas y me nalgueaba hasta el cansancio.
Al correr del tiempo, me fui dando cuenta que estas imágenes en mi cabeza no eran comunes (menos aun aceptadas) y me fui cerrando como una ostra. Bloqueando cada idea relativa al tema. Solo la adolescencia con su explosión hormonal fue capaz de devolverme estas imágenes, pero esta vez, cada vez que aparecían, un calor interno me recorría entera, exacerbando deseos y obligándome a aceptar que esto era algo 100% sexual. Ahí nacieron los conflictos internos, me sentía traicionando por entero al movimiento feminista, pensaba que no era normal y que algo andaba mal conmigo. Pasó a ser mi lado oscuro, oculto, algo de que avergonzarse, incontable e irrealizable, algo que tenia que olvidar y superar.
A los 18, en manos de un novio de 30, estos deseos se hicieron agobiantes y ya que él en más de una ocasión me había dado algunas (y a veces mucho más que algunas) palmaditas, apelando a la diferencia de edad y diciendo que a mi me faltaba ser domada y que él se haría cargo de eso, decidí contarle mis gustos, asumiendo que él sentiría de forma similar. Mala decisión, los vainillas lo toman mucho mejor de lo que uno espera, pero un spanker trancado y reprimido (al menos así lo veo ahora), no es el mejor confesor, si no es capaz de manejar el hecho de que a él le agrada castigar, mucho menos fue capaz de manejar el hecho de que a mi me gusta ser castigada. Ahí terminaron las palmaditas y cualquier otro tipo de juego similar. Me sentí como una pervertida, y él fomentó mucho esa sensación de que algo no estaba bien conmigo.
Con 9 años de distancia, miro hacia atrás y me doy cuenta de que algo no andaba bien CON ÉL. Pero en ese minuto me sentía morir, fue tan lapidaria su reacción que me propuse jamás volver a hablarlo con nadie. Y eso hice, incluso después de terminar la relación.
Pero vamos, tengo sangre caliente en las venas y el reprimir los deseos no hace más que acrecentarlos. Poco a poco empecé a conciliarme con mi lado oscuro, empecé a perdonarme estos extraños deseos, y aunque no tenia ni la más mínima intención realizarlos, ya no les temía, me agradaban, los usaba a modo de afrodisíaco y los dejaba pastar en mi mente.
Ahí aprecio Internet en mi vida, BENDITA INTERNET!!!!!!!, había todo un mundo de gente como yo, comunidades, páginas, grupos. El único problema era el TERROR que me daba incorporarme a ellos. Paranoica de que nadie pudiera identificarme, me demoré un mes en atreverme a inscribir en grupo. Obviamente, una vez inscrita me mantuve oculta, cual voyeur seguía paso a paso todo lo que se hablaba, atenta de no perderme ni una coma, pero siempre oculta entre el gran número de personas. Ni si quiera a esta gente, esta gente que compartía mis gustos, esta gente que vibraba con lo mismo que yo, ni a ellos era capaz de confesarles mis deseos. Pensar en sacar la voz, me hacia descubrir una timidez que no creí que fuera posible superar. Lo primero que me relajó, fue el ver que había gente de mi país posteando en el grupo, yo, había dejado de sentirme sola en el mundo, pero me seguía sintiendo sola en mi patria ¿acá? IMPOSIBLE, acá nadie está esto
Me encontré con gente maravillosa y, eso de estar oculta, empezó a ser un gran problema que ponía una barrera entre ellos y yo. Admiraba a los valientes que sacaban la voz por todos los que no lo hacíamos. Supuso un gran esfuerzo de mi parte dejar caer la muralla que había construido, poco a poco lo hice. Hasta hoy, y creo que por siempre, agradezco a quienes me ayudaron a dar la cara. No hay nada más liberador que darse permiso para sentir, soñar y vivir tus fantasías, nada más consolador que descubrir que no estás sola. Y nada más gratificante que disfrutar de tu sexualidad sin cuestionamientos, sin miedos ni vergüenzas.
Aceptarse a uno mismo, a veces cuesta tanto, que no nos damos cuenta de que el resto siempre lo ha hecho.
La primera vez que accedí a la invitación de alguien a jugar, el deseo y el miedo eran tan grandes, que no podía pensar en nada más. No sabía como me había dejado convencer. Luego de un par (bueno, bueno, mas de un par) de copas de vino, pensé que me iba a calmar un poco, pero ni el mareo del alcohol me alejaba de esa mezcla extraña de excitación, miedo, vergüenza y expectación. Cuando el primer golpe cayo sobre mi, lo único que pensé fue en que me metí, esto solo duele. Pero a ese le siguieron muchos y, cada uno de ellos, fue despertando partes de mí, despertando mi piel, despertando mi alma. El dolor se transformó en deseos, el calor en excitación, una excitación distinta, que hacia vibrar cada fibra de mi ser. Descubrí en un segundo el significado de la palabra entrega, de la palabra abandono. Y eso hice, me entregué, me abandoné por entero, dejé fluir libres mis fantasías y deseos tanto tiempo reprimidos. Y sentí, sentí de verdad, por primera vez en la vida.
Quince
16 comentarios
La Uno -
Granuja -
granuja -
Vicious -
papiicaliente -
impresionante tu artìculo, principalmente porque se siente que sale del alma. hay mucha pasión en este escrito y ..., porque no decirlo, mucho placer. te felicito y sigue escribiendo así, nos transmites cosas ricas quince. un beso si quieres escribirme mi email es papiicaliente@yahoo.com
jesus -
Es una forma diferente de entender el sexo. Claro está también me gusta el sexo normal.
Un besito.
10 -
15 -
Gracias por tu comentario y gracias a todos por sus opiniones.
Saludos y besos
niña dos -
Yo podría haber escrito íntegro tu primer párrafo... y alguna otra idea como "en qué me metí esto duele!!... agregando "resulta que soy masoquista bwwaaaaaaaaaa!!" jaaa... ya después he podido aclarara mucho más esa primera idea.
Me pareció muy revelador el análisis que hiciste sobre este Spanker obtuso y reprimido (por dios! con qué gusto le patearía el culo! por el perjuicio que te causó) pero se me ocurrió mientra te leía... que al tío lo que le gustaba era creer que a ti no te gustaba !!!... y en cuanto le dijiste: "noooo paresss sigue sigue" jaaa... pues le metiste en la heladera su hormona galopante... se enojó por eso... y te fastidió (regresa mi ímpetu futbolero)
Felicidades otra vez... me gustó mucho leerte... nooooo pares sigue sigue ;)
Un beso
Tane -
10 -
15 -
Besos
Jano -
experiencia que supongo le
habrá sucedido a algunos/as
más. Hablemos.
(Lo de los números no lo entiendo. ¿tengo yo que poner también uno?. Jano.
10 -
Mr Siete -
Don Miguel -